jueves, 6 de octubre de 2011

El orgullo del primer asalto

Nada importante ocurría en su vida, más que importante la palabra sería: cautivador. Algún tema para conversar con los amigos, de los temas interesantes en los que todos participan con risas, halagos y cosas similares. No, nada así ocurría en su vida. Todo era tan rutinario, tan igual, tan hastiado. Siempre tomaba un autobús para ir hacía la escuela, estar allí y luego a casa con el autobús inverso.

Era joven y rebelde interno, pensamiento algo anárquico. Retaba al mundo y al sistema en su interior, pero si el señor del autobús le cobraba de más, éste no diría nada por miedo; así era. Portaba ropa rota, deslavada, una estrella roja en su playera negra. Se sentía todo un luchador con esa estrella, la misma que tenía un trozo quemado por la plancha. Su madre al plancharla, la había quemado. Se hacía un peinado como de erizo, se dejaba tres pelos que le salían de barba. Todo un rudo, así exteriorizaba su anarquía.  Portaba audífonos y un reproductor de música que encendía a golpes, los audífonos retumbaban en los tímpanos, un viejo seguro le diría –Te vas a quedar sordo-, pero –Qué carajos sabe un viejo- decía éste. Escuchaba música de resistencia, de revolución, de lucha, de rebeldía. Pero al llegar a casa, su madre tenía a todo volumen los boleros, los éxitos del ayer y los famosos –Oldies-.

Cierto día, salió de casa. Caminaba algo encorvado, como demostrando así ser un monstruo con picos en la espalda. Encorvándose se apreciaba más rudo, más asombroso. En los oídos, los audífonos, se escuchaba de cerca la letra: -… ¡Maldito gobierno opresor!, ¡Pinche Salinas!, ¡Pinche Pelón!...-. Llegaba así a la parada el autobús, veía un anuncio en la misma sobre algún maquillaje, una modelo mostrando su perfección, su estética sin caer en lo vulgar. En su mente pasaba un – Es linda-. A lo lejos se veía un autobús, éste decía –Metro Rosario, no paso por el centro de Tlalne-. Con la mano le hizo la parada, se quitó un audífono y sacaba una moneda de diez. El chalán gritaba –¡Súbale, hay lugares!-. Se subieron otras cinco personas antes, mientras los automovilistas de atrás pitaban, maldecían por dentro -¡Chingados con este autobús!-. Era una parada autorizada, subía gente y los de atrás desesperados. Él subía, la moneda en su mano sudada, esa moneda seguro ya había pasado por manos de asesinos, albañiles, ejecutivos, ladrones, chalanes, putas, taqueros y otros. –Qué karma el de la moneda-. Le daba la moneda al cobrador, que era el chofer. En alguna otra escena, la que cobra sería la esposa o la amante del chofer, pero no, era el mismo conductor. No veía la moneda, la palpaba, con sentirla sabía la denominación, inmediata conexión con el cerebro, no se requiere ser un genio. Le daba el cambio que él consideraba, lo daba mal. Le daba de menos, pero no decía nada, sólo guardaba las monedas y seguía su andar para buscar un sitio y sentarse.

El conductor manejaba como loco, así le gritaba una señora: -No traes animales-. A éste poco le importaba, sólo por dentro decía –Pinche vieja-. Él joven de la historia ya sentado, con los audífonos a todo lo que daban, se escuchaba: -… ¡Pinche gobierno culero!, ¡Te odio gobierno del mal!...-. La escena era complementada con su vista a la calle, veía gente pasar. Una especie de cinta de película. Al momento hacía la parada un payaso, el automovilista de atrás pitaría, subiendo el cómico todos pensarían –Carajo, a pedir dinero-.

El payaso comenzaría –Señores pasajeros, vengo a contarles chistes-. El joven no se había percatado de su presencia, estaba demasiado ocupado maldiciendo al sistema. El payaso proseguía: -Éste, era un pequeño oso, que se cayó a un pozo y se quedó mohoso-. La gente seguiría en su rutina zombi, mirando al frente como no queriendo escuchar. Otros, durmiendo o haciéndose los locos. El payaso decía: -Era un ratón pequeño y bribón, le gustaba comer calzón- Todos los chistes entre comillas seguían con una risa –Je je je-. Finalizando, el payaso decía –Estimados pasajeros, mi intención es hacerles pasar un buen rato contando chistes por lo que solicito una pequeña cooperación que no afecte su bolsillo, la misma que ustedes deseen darme, una moneda o una sonrisa-. Pasó por el pasillo del autobús sin recibir ni una mentada sonrisa. Quién carajo le iba a sonreír, todos iban demasiado ocupados pensando en la gripe del niño, el jefe del empleo, la esposa enojada, el sistema de mierda; quién carajo le iba a sonreír. El payaso regresó a su sitio y dijo –Bueno cabrones por la buena no, pero a ver si por la mala sí-, la foto continuaba con el payaso sacando una pistola y complementada con una sonrisa. Regresando al joven, seguía con la música, mientras algunos pasajeros ya gritaban inquietos. El payaso pasó uno por uno recogiendo monederos, carteras, celulares baratos, relojes de mercado. Mientras éste todavía daba las gracias y lo complementaba con un –Rápido hijos de la chingada-. Llegó así con el joven, lo miró y le dijo –Órale cabrón lo que traigas-. El joven, vio el arma. Pelando los ojos sentía el momento de ser asaltado, el momento que nunca había vivido. Se quitó los audífonos y le decía al payaso –No lo puedo creer, eres asaltante, decidiste retar al sistema-. El payaso le replicaba –Cállate cabrón, dame el varo-. El joven asentaba –Claro, toma. Sólo tengo mi reproductor de música y el cambio que me dio mal el conductor-. Al payaso le daba igual, el tiempo era oro en esos momentos. Lo tomaba todo y llevaba consigo a ¡Pinche Salinas! ¡Pinche Pelón!. Las señoras gritaban como Magdalenas, los señores decían –Pinche país-, otros sólo resignados se bajaban, otros ya ni se sabía qué, pero el joven se sentía afortunado pues había vivido un apéndice que se salía del sistema. Durante lo que seguía del camino, ya no había música. Se bajó del autobús, llegó a la escuela, contó lo sucedido a sus amigos sorprendidos, las chicas preguntaban – ¿No te pasó nada?-. Él decía –No, no. Me puso la pistola cerca pero hasta conversamos antes de que me quitara todo-. 

J.L. Mejía

2 comentarios:

  1. No me ha gustado lo que haz publicado últimamente, algo le falta o quizás le está sobrando.

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  2. Hola, gracias por el comentario. Lo tengo en cuenta. Saludos.

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