Cuando llegué a este mundo sin saber que tú
serías esa persona que me guiaría para ser lo que soy ahora, jamás lo hubiera
creído.
Gracias abuelo porque sin ti sé que ahora sería algo menos de lo que
soy, algo que no sé bien cómo describir pero que sé a gran profundidad que no
latería como late ahora mi corazón. Gracias abuelo por enseñarme a caminar,
para después enseñarme a cómo superar la adversidad con tu ejemplo de vida. Sé
que sufriste mucho y que tus circunstancias fueron muy duras, que el camino que
dejaste atrás fue un tanteo constante de lo que fue tu integridad como ser
humano. Gracias abuelo, gracias de verdad por cuidarme de pequeño, por
defenderme del injusto y ofensivo, por quererme aún a pesar de tu coraza, ese
arnés que tuviste empotrado en tu alma dura pero justa, ese valor inquebrantable
para seguir la línea de tus convicciones. Gracias abuelo, por ser duro conmigo
para saber cómo enfrentar las pruebas que vendrían de la vida, por enseñarme a
seguir y seguir como el poema de Benedetti sin que tú hubieras leído quizá un
poema en tu vida. Lo aprendiste de la vida, de tu intuición y de tus
casualidades. Gracias abuelo por vivir lo que viviste, por ser hijo del campo y
discípulo de la lucha constante. Me dolió mucho tu partida, pero entendí que la
ley de la vida es así y que todos llegamos y nos vamos. Los porqués no alcanzo
a dimensionarlos, pero lo que sí entendí gracias a ti fue que logramos
trascender haciendo lo correcto. Cambiando vidas, mejorando las cosas y haciendo
un mundo preferible al que hoy vivimos. Gracias abuelo por atarme los cordones
de los zapatos, por enseñarme después a hacerlo y por dejarme entender que la
caída por no atarlos sería dura pero estaría implícita de un aprendizaje.
Gracias abuelo por esas tardes de charla, por sentirte orgulloso de mí cuando
muchos no. Por ver poco a poco como me formé y poco a poco como seguía un
camino labrado por mí. Cuando me veas desde el lugar en el que te encuentres sé
que te sentirás muy feliz y contento por ver mi actuar en este planeta. Sé que
me cuidas y que con tu presencia invisible me levantas cuando ya no puedo más.
Gracias abuelo por haberme cuidado, por haberme querido tanto y ahora por cuidarme
desde otro sitio. Gracias de verdad, te extraño mucho.
J.L. Mejía
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