domingo, 2 de octubre de 2011

El día que dije que admiraba a José

Recibí una llamada por parte de una mujer; coloquio de trabajo. Acudí sin mucho ánimo pero un algo me decía –Ve-. Una vez en el sitio, pregunté por la señora que me entrevistaría –Hola, busco a la señora que me entrevistará-. Las personas de seguridad únicamente me solicitaron identificación y esperar.
Esperé y esperé, no como el poema de Los Amorosos, que éstos esperan nada, pero esperan. Yo esperaba, aunque fuese algo, esperaba. Había un par de revistas en la –Sala de espera-, qué feo nombre el de sala de espera, es la misma donde muchos pasan con ilusiones y luego se las tiran, la misma que tiene nombre tan recto, tan fútil. Sería el último lugar en el mundo donde algo interesante llegara a suceder. La sala de espera, dos revistas y tú. Una de las revistas tenía como portada a los cien hombres más exitosos del mundo, todos con sonrisa, algunos con pliegue bajo el cuello, otros con coloración amoratada bajo el ojo, todos portaban conjunto formal. Vi la portada, me daba miedo abrirla. Leer historias de éxito, me daba un algo que no sé qué. Al lado, la segunda revista. Ésta, sobre las empresas más exitosas del mundo. -¡Carajo!-, primero seres, luego entes, -¡Pinche animadversión!- pensaba, mientras los guardias de seguridad conversaban sobre el trasero de alguna oficinista, el fin de semana pasado y qué harían el fin de semana futuro. No abrí ninguna, preferí ver cuántas páginas tenían a lo lejos mientras esperaba a la señora de la entrevista. Yo portaba un libro, -El viaje del Elefante- la última obra de un tal José. Comparé las portadas, en las tapas de esas revistas existían rostros, textos varios, colores formales de esos grises corporativos, azules marinos y nada más. Miré mi portada, la de mi libro: Color amarillo chillón con púrpura, de imagen un elefante. Abrí en alguna página disponiéndome a leerla cuando se dispuso a arribar la señora de la entrevista. Me dijo -¿Jorge?-. Respondí –Sí-, la seguí. Todo lo anterior fue precedido por un saludo formal de mano, -¡Pinches poses!- pensaba, mientras caminaba un poco atrás de ella, casi a su lado. Me intentaba platicar algo, yo sólo pensaba en el momento de irme. Entré en su oficina, tomé asiento y coloqué mi libro en la mesa. Era una especie de puntada non grata. –Quién carajo lleva un libro a un coloquio de trabajo-. No cualquier libro, sería más tolerable un libro como la biblia, algún libro de Miguel Ruiz, J.K. Rowling, Carlos Trejo o Yordi Rosado. Pero no, sólo a mí se me ocurría llevar siempre a José, a John, a Guillermo, a Hank, a Fernando. La señora de la entrevista avistó el libro como no queriendo y comenzó  preguntar cosas sobre mí. Qué me gustaba hacer, quién era yo,  cómo me vería en cinco años y basura. –Me llamo Jorge, me gusta leer y escribir-. A lo que ella reanudó -¿Qué no tienes amigos y novia?-. -....- respondí. A esa altura, veía por la ventana de su oficina esperando largarme, dejando su pequeña mente tabicada y obtusa. Después dije –No sé quién soy, pues te puedo decir que soy Jorge, pero en unos días te puedo decir que soy diferente, que ya no soy el que dije que era-. A lo que ella replicó –Cómo no sabes quién eres-. –Soy Jorge- respondí. Ella me preguntó -¿Y ya? ¿Sólo eso?. –Sí- concluí. –Cómo te ves en cinco años- preguntó como tercera cuestión. –Me veo feliz, tranquilo y ya-. Sólo veía como mis respuestas encendían su sangre pues, ésta dijo –Qué, no te ves como jefe de algún sitio o siendo exitoso-. –No- alegué. Ella prosiguió –Pero cómo, entonces no quiéres ser nada en la vida, yo me veía en Wall Street con mi portafolio caminando como ejecutiva- dijo. -Ya, quiero estar tranquilo, eso es ser exitoso para mí. Ser yo, ayudar a la gente que menos tiene y puede, vivir feliz- rebatí. Esta señora, gerente de muchos años de aquella empresa, con oficina propia, con gastos mensuales que no muchos en este país tienen, con pedantería, con sus pretensiones escupidas y poses, quería, deseaba que yo respondiera lo que le apetecía escuchar. El ánimo estaba en un punto tenso, verificó un examen que había hecho de matemáticas, me solicitó que le comprobara un ejercicio allí mismo pues, no confiaba en que lo hubiera hecho de forma correcta. Me pidió calcular variaciones porcentuales e interpretarle los resultados. Todo a los ojos del libro –El viaje del Elefante-. Hice lo que me pidió y finalmente me dijo –A quién admiras en tu vida laboral, que no sea familiar. No sé, algún empresario, político o alguien- firmó su penúltimo cuestionamiento. Le contesté –A José-. –Y quién es ése- puntualizó el último. –Es el autor del libro que está sobre esta mesa-. Le di las gracias, me levanté y me fui. Salí del sitio pensando ¡Pinche necedad!, -No, no iba a decir que admiraba a Slim, Peña Nieto, Salinas Pliego, Obama, Servitje, Zambrano, Azcárraga o algún otro-.
Le dije que admiraba a José. José Saramago. Ella no sabía  de quién hablaba, estaba demasiado ocupada en su vida fastidiando a los otros como lo hicieron con ella. Sacando su insania en forma del quehacer, intentando ser exitosa como decía. Los pocos libros que había leído eran los técnicos, los de la memorización y del escaneo para obtener un nota tendenciosa, para alimentar el ego del éxito, de la autorrealización como decía la absurda pirámide de Maslow o tal vez mal interpretada sin culpa del autor.
No me arrepiento de mi respuesta, creo en el desasosiego.

J.L. Mejía

1 comentario:

  1. ¿Cómo estás Jorge?, soy nada más y nada menos que Carlos Ulises González, seguro me recuerdas; y si no, ¡que poca madre! Me resulta interesante, no tu escrito por si mismo, sino el brío que has adquirido por criticar a los íconos del éxito, esa actitud literaria de negatividad ante lo económicamente bonito; me encantaría ser colaborador en una "empresa" en la que todos vistieran ropa casual y zapatos deportivos, trabajando en salas comúnes y bebiendo malteadas de distintos sabores, en donde la valoración respecto a un aporte laboral va desde lo intelectual hasta la arista más emocional de cada persona. Ahora resulta que un "Licenciado" hace las veces de Psiquiatra o Psicólogo al "intentar" resolver "el perfil" de cada individuo e interpretar si es el "adecuado" para satisfacer sus necesidades de corporativismo y esclavitud; tal como un policía judicial es envestido de poder por la placa que porta en el pecho, estos empleados corporativos se bañan en personalidad por el gafete que prende de la solapa de su saco, bolsa frontal de la camisa o presilla del pantalón; ese que no se quitan ni para ir a los "tacos" de la esquina, y que al taquero le vale madres si eres -gerente de finanzas- con -vigencia hasta el 2013-... Generalmente se trata de personas incultas y poco literarias, pero con necesidad de reconocimiento y una renta mensual por sus servicios; de algo tendrían que comer estos hijos de la credencial y el membrete.

    Aprovecho para decirte que tengo un Blog por ahí abandonado, me encantaría retomarlo. Con gusto te paso al rato la vieja o nueva dirección y ojalá me apoyes con tus atinados comentarios wey... Saludos

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