lunes, 6 de febrero de 2012

La indiferencia que tuve

Nací un día que no recuerdo bien; evoco e intento pensar cómo fue sin embargo una nube negra cubre ese recuerdo.
Pienso y pienso sin mucha fortuna, quién recuerda su nacimiento, quién recuerda el primer llanto y el primer frío sobre los líquidos que cubren tu piel arrugada. Tal vez sea un antecedente de mi indiferencia al todo. Se nace sin objeto, se llega solo sin más que tu primer llanto y después qué viene, viene la ola de arpones que se incrustan sobre tu ser conforme pasa el tiempo. Se nace sin objeto, no se viene al mundo con una posición ni con una cuenta bancaria. Se nace sin objeto pues se llega sin el vicio instaurado ni el miedo provocado, mucho menos la monomanía. Se nace sin objeto pues se llega sin egoísmos, narcicismos ni cataclismos. Crecí y mi indiferencia fue mayor: nunca preferí ser el mejor ni el más llamativo. Competir con el otro y cortarle la cabeza para demostrarle al mundo mi superioridad jamás me llamó la atención. A quién le iba a demostrar, si se nace sin objeto y durante la transición de la vida se vive sin sentido. Pensé entonces que vivir es un desatino pues haber nacido es un absurdo en realidad. Morir sería la nada. Naces sin objeto, se vive sin sentido para llegar a la nada. Siempre se juzgó en el sistema educativo por la mecanización de la definición, automatización de la fórmula y hacerlo igual; jamás la reflexión y la creatividad. No importaron mis dibujos, no importaron mis colores sobre éstos. La maestra diría que eso no sirve de nada, a quién le importarían, a nadie. No me interesaba ser el mejor en dibujos con colores, no. Sólo lo hacía porque me gustaba eso de dibujar, me gustaba de verdad mezclar las tonalidades primarias para crear nuevas. Así era mi mundo, viviéndolo a la par de la indiferencia en superar al otro a costa de lo que fuera. No quería superar al otro, por qué debía hacerlo si yo quería que ganara él. La gloria no me convocó jamás, para qué. Diría Aquiles que la gloria lo era todo, pero todos vamos a la nada de qué sirve ser recordado. Tu ego ya no sentirá la gloria después de muerto, qué son diez años más, qué son cinco; nada. O el todo o la nada, yo preferí la nada. Así logré vivir indiferente, libre de odios, competencias, estándares y sujeto a cadenas que me condicionarían a vivir comparándome, esperando más y más. Logré así domarme, a mi condición como animal movido por pasiones y miedos. Rabias, envidias y zancadillas sobre el otro no me encantaron, preferí ser un cero a la izquierda en la vida del otro; sólo así evité la competencia y la humillación para mi notoriedad. Me dejé ganar en todo y me sentí bien siendo el último lugar, sólo así me probé que no necesité de lo plausible y lo admirable. Nunca he querido la notoriedad, ésta es una cortesana infiel. Me gusta mi indiferencia al todo, no tengo anhelos ni tengo ambiciones. Me gusta ser yo con el tiempo del absurdo, dejándome llevar por el mismo. Saludar a otros absurdos, sonreírles y ver sus disparates. O todo o nada, yo prefiero la nada. 

J.L. Mejía

1 comentario:

  1. Tu ego ya no sentirá la gloria después de muerto...y quién dice que no?
    Mañana te saludaré y sonreiré y observaré...o tal vez no, tal vez no haga nada.

    Más que molestarte como siempre.

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