jueves, 26 de enero de 2012

Ojalá fuera ave

Ojalá fuera ave, así le repliqué al cielo mirándolo con desgano. Le dije así –Ojalá fuera ave- para largarme de aquí, para no ser uno más, para ser un ave más pero no uno más de éstos. Miré al cielo fingiendo esperar una gravedad en forma de suciedad sobre mi hombro.
Me dije –Éstas son las únicas que se dan ese lujo-. Pueden descargarse sobre el que sea y sin fingimientos. Ojalá fuera ave, ojalá pudiera volar sobre los azules y los surcos que se forman entre la polución. Ojalá fuera ave para poder vivir un día aquí y otro allá, para poder vivir flotando los blancos en formas varias. Ojalá fuera, sí; ojalá estuviera allí como ese pajarraco antiestético. Nada parecido al de los impuestos, al pájaro rojo con pecho amplio y cantor; no. Yo quisiera ser ese pajarraco de color grisáceo color humo, el pajarraco con el pico lastimado por alguna pelea o de tanto martillar el grueso leño. El pajarraco feo aquél, el que ha volado tanto que sus plumas se han desmoronado y que tantas cosas ha visto y sentido, ése quiero ser pensé mientras el sol me dejaba ciego. Quiero volar tan alto y ser el pajarraco gris intentando ser Ícaro, que mis alas se derritan y los demás pájaros vean con pasmo mis atrevimientos de reto. Quién será el Dios de los pájaros, no lo sé, no lo sé. Seguramente el círculo amarillo pensarían ellos, no creo que sepan quién es el famoso –diosito-. Por eso quiero ser ave, sin Dios y sin diablo; sólo volar, sólo eso. El pajarraco grisáceo ya no está, se ha ido el muy escaso de todo, quién lo iba a querer: nadie. Pero para qué iba a necesitar afecto ese pajarraco si el retaría al sol quemándole éste las alas, el pico roto y el alma. La poca que ya tenía seguramente, la nula. Ojalá fuera ave, maldita sea. Pero no una de esas palomas horribles de iglesia, postradas sobre el templo, aparentes en la búsqueda del clamor y la aceptación, defecando sobre la ermita del perdón y los fieles pecadores. Para a la postre, buscar el alimento rastrero en el parque contiguo. No, yo quería ser el pajarraco gris sin raza, sin un soporte, con batallas, con libertad y muchos vuelos. El pajarraco gris esperando, volando sin jaula, buscando el trocito, comiendo el gusano, durmiendo en el cable o en el tejado. Sintiendo la lluvia, el frío y la bola amarilla sobre las plumas. Ojalá fuera ave para estar más cerca de Dios y así decirle que soy pájaro y no necesito de él. No soy un ser consciente, no necesito de eso. No hago mal deliberadamente ni tengo uso de razón para creerle, para aceptar dogmas de otras aves o pensamientos sobre cómo hacer, cómo comer gusanos, cómo volar para estar en boga, cómo cantar para ser del gusto de los otros avechuchos. Sería yo grisáceo con mi pico roto, con mi plumaje rebajado pero siempre libre, siempre emancipado de la parvada. Ojalá fuera ave, ojalá pudiera estar allí con mi cerebro pequeño, volando sobre los seres pensantes para burlarme de su incapacidad para sentir la ventisca. Me reiría de su doble moral, de sus ideas dichas y pensadas a la ligera, de sus complicaciones, de sus tonterías que los hacen sentir que duran. No saben, no saben que el final es la nada. Ojalá fuera ave, así no tendría que hacer gestos lisonjeros al sexo contrario, no tendría que ser un adulador más para buscar ser. –Ojalá fuera ave, carajo- pensé.


J.L. Mejía

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