domingo, 14 de agosto de 2011

La cortesía y la mesura hacen hombres buenos; aunque en el fondo sean bestias.

El título de este escrito es tomado en una reflexión basada en un escrito de Guillermo Fadanelli –Escritor Mexicano- y su antiguo blog.
Bien lo dice el título; la cortesía y la mesura hacen que los hombres sean buenos aunque en el fondo sean bestias. Reflexionando sobre lo anterior hago un matiz en la palabra humildad. Considero que es una palabra que se ha manejado desde puntos de vista diferidos por la apreciación de quien la coloque en alguna persona. Bien lo dice Guillermo en su escrito: -Existe una clase de personas aún más detestable: esos que pregonan su humildad cuando en realidad son fantoches envanecidos que intentan darnos lecciones de moral-. Esos, efectivamente son los peores, son aquellos que juegan con la palabra en su favor, los que tienen la capacidad de manipular y sacar ventaja del vacío que existe en la interpretación de lo que es un hombre humilde y el pregonar lo mismo.
El hombre humilde; puede ser la persona que brinda su ausencia a la otredad, es decir; no pretende sacar ventaja, brindar lecciones o consejos puesto esto sería monopolizar para lograr la polarización de la opinión o de pensar. El hombre que pregona la humildad ya cayó por sí mismo en el abismo de la fanfarronería. El hombre que pregona su humildad y a su vez intenta dar lecciones de moral, es el hombre que por sí mismo cae en un juego de doble moral. Es una persona que pretende aparentar y a su vez monopolizar.
El humano, es animal; conozco animales –Salvajes- más racionales que un humano. Por esta razón el humano cuenta con rasgos bestiales y racionales. Retomando el título, el hombre que es cortés y pretende pregonar la humildad, por dentro es un hombre con instintos bestiales; que pretende cubrir pero no por eliminar. Es algo así como un doble juego dependiendo las situaciones; es nuevamente esa capacidad de manipularse a sí mismo en armonía con el entorno.
El hombre humilde, el que no pregona su humildad. El hombre que brinda la ausencia, el hombre que no pretende monopolizar, el hombre que no pretende cambiar la mentalidad del otro con forma directa y forzada; maquinada por ciertos discursos morales baratos, el hombre que nadie ve. El hombre que por dentro es bestia, acepta su condición interna sin embargo no se lleva consigo a otros seres humanos.
Finalmente, el hombre acepta su condición, vive con ella y no pregona fantocherías ni definiciones manoseadas. Como dice Fadanelli, -permite caminar libremente al otro en su camino-.
El pregonar la humildad es peor aún que ser un fantoche común; sí, de ésos que hay tantos por las calles.
Jorge Mejía

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