miércoles, 2 de noviembre de 2011

El comandante de la Guardia Suiza


El comandante de la Guardia Suiza nunca llegó a cruzar el umbral del óbito, hacía una conversación con sí mismo, repetía: -Sono Io il colpevole…-.

La escena era admirada por su fusil y su cruz; éste se respondía –Anda dispara, qué esperas-. Se replicaba –Non posso, non posso…-. Qué fueron de todos los ayeres en la academia de la Guardia, los días al cuidado del sumo pontífice, la enseñanza a los mancebos, nada, todo fue polvo. Respuesta tras respuesta, conversación con su culpabilidad y su enjuiciador; él. –Vamos, no es tan malo lo que has hecho…-, -Pero no se pueden enterar…-, -Va molto male…-, -Sono stato Io…-, -Dispara…-, -Te esperan los ángeles…-, -Ho paura…-. Al instante tomaba el fusil, el del entrenamiento de años, el cañón en la boca, tomando valor contó hasta dos, jaló el gatillo maldiciendo palabras en italiano, despidiéndose. La munición se atoraba, era así un mensaje. Otra oportunidad.

J.L. Mejía.

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