lunes, 21 de noviembre de 2011

Ella


Pensé en aquel sitio sentado mientras esperaba, no sé bien qué pero allí estaba esperando, pensando y cavilando. Cogí un libro y con la otra mano cogía la pelusa del bolsillo, jugaba con ésta. La metía entre mis uñas, con la otra mano clavaba mis células muertas duras sobre la pasta de la tesis, ahora la portada no se veía homogénea pues tenía pequeños cráteres rectos.

Súbitamente llegó ella, no sé quién era en ese momento pero al verla fue una mezcolanza de sentires y pensares, una promiscuidad mental dada por lo visual, la orgía hormonal de reacciones inmediatas a la belleza impuesta y ahora asimilada. Se sentó próxima, una banca cualquiera, sucia y fría. Yo, en cambio tenía una banca barnizada, más cómoda y más fina. Cómo es posible que esa gracia tan selecta estuviera en esa banca horrible con marcas de –Te amo- realizadas por parejillas de niñatos, en aquella banca con gomas de mascar de sabores varios bajo los fríos metales. Por mi testa sólo pasaban recuerdos de aversiones, llantos rastreros ocasionados por exquisitas ninfas que se convertían en medusas arrancándote el alma; bien decía yo –La belleza es lo mismo que vileza-. Pero la veía de nuevo y algo en mí, dentro, me decía –Es bella, es bella-. No hay más, admira su rostro con la pintura de su maquillaje barato o costoso, es igual pues de todos modos el contacto con mi baba lo quitará, la hiel de su rostro pasará por mis papilas, el fluido se mezclará con la pintura industrial, la misma que la hace ver más clara, más artificial, pero más bella. Sus hilos finos colgantes sobre su cabeza, diversos matices: marrones, miel, oscuros, claros, de todos un poco haciendo una cuadratura perfecta con la finura de sus mejillas. Yo la observo mientras imagino tomándola, diciéndole que la amo, que la siento, que desde hace tanto la había esperado por toda mi vida, que sería realmente afortunado en sentir su cabeza sobre mi hombro encorvado, no perfecto pero la sensación hace impecable mi escoliosis. Ella sólo sigue esperando, impaciente hace jugueteos con sus manos delgadas, casi esqueléticas observándose la uña colorida mal colocada, horribles éstas, pero a ella le causa placer portarlas. Juega con su móvil, lo abre y lo cierra, lo pica con las uñas execrables,  por ser ella son garras angelicales, son realizadas por dios, quién sabe. Su cara cambia y se nota algo molesta, se ve más bella aún. Ahora es un monstruo molesto pero hermoso, su belleza es una quimera pero es placentera ante mi iris. Me pregunto cómo será su sexo, claro está que bello al igual que su rostro y las manos esqueléticas finas, a qué olerá éste, qué forma tendrá, cómo será en el momento del primer contacto, qué sensaciones le provocará el roce de la carne. Mientras pienso y articulo en cada neurona ella sigue jugueteando con el móvil, ni siquiera se ha percatado de mi presencia vecina, uno más pensará, algún otro que me admira con deseo utópico y no me tendrá, alguno más que querrá oler mi sexo y no podrá. Pobre iluso, tan cándido como el niñato que escribió –Te amo- en la banca, un crédulo más que pensará que con algún alegato tonto podrá obtener una mirada. Mendigar una mirada, qué infamia más chocante, mientras yo le regalo miles de miradas, miles de parpadeos constantes y ojos ardorosos. Ella no me regala ni una mísera ojeada, prefiere repasar el aparatejo ese, me queda clarísimo que es más fácil llegar a otro planeta que llegar a otra persona. Saca un cigarrillo, intenta prenderlo mientras observa a uno que otro que pasa por allí, hace el clin, clin con el rasponeo de la huella y el metal, unas cuantas chispitas escupidas pero nada, el cigarrillo está en sus labios carnosos en espera de la primera exhalación del tóxico. Qué daría para que mis labios estuvieran posados en aquel sitio. Pienso en conseguir un cerillo o algo para prendérselo pero quizá pensará que soy un sitiador, de los que sólo quieren sacar provecho de la belleza. Pienso claro que si ésta fuera una mujer antiestética seguramente ninguno le prendería el cigarrillo,  le regalarían más de éstos para acelerar su muerte. Qué mundo tan pendejo pensé, dejarme llevar por la belleza de aquella mujer en ese momento, no debo ser así. Tomo el libro, lo abro e intento ignorar a la hermosa fumadora. Comienzo con unas páginas, leo unas cuantas líneas y al instante que mi rango de visión deja ver un punto de color, el de su ropa generando un movimiento cualquiera, ya sea para acomodarse el culo sentado cambiándose de posición, inmediatamente volteo a verla, no puedo dejar de escanearla, no puedo. Luego pienso en largarme de ese sitio, ella sólo estorba en mi lectura, ella sólo molesta con su estética, ella sólo me causa colisiones internas. Pero digo, jamás cederé a presiones externas indirectas hacia mí, jamás; menos de una mujer bella, podré ceder ante el poderoso, ante el infame, ante el dios, ante el adinerado pero jamás ante una mujer bella como ella. Sigue en lo suyo, en su espera quién sabe de qué, pero en su espera jugando con su aparatejo, más molesta y más bonita. A qué olerá me preguntó entre líneas del libro, a rosas, a perfume comercial, a sexo, a cigarrillo, a qué. Termina su cigarrillo, lo tira al piso y lo aplasta con la planta del pie haciendo un ademán de irse del sitio; pero no, aún no. Me imagino con ella allí, tomándola de la mano, diciéndole que me excusara por la tardanza pero que había mucho tránsito, mucho trabajo o algún pretexto más, ella me sonreiría y con un beso se arreglaría todo, no hace falta más, no hay más. Sigo leyendo, qué infortunio estar tan cerca de algo bello y no saber cómo, no saber cómo, es una desventura total. Repentinamente llega él, seguramente su pareja o algo. Hablan, discuten y él se va. Ella desconsolada, yo leo, él se va. Ella sigue allí, ahora su maquillaje se ha estropeado, ya no pica el aparatejo, sigue allí mientras yo pienso ahora qué sigue, ahora qué pensaré. Qué habrán discutido, alguna tontería tan insignificante pero que para ella significa el fin del mundo. Y ahora qué, voy a decirle lo que siento o no. No, que ser tan carroñero el sacar provecho de las circunstancias, no, así no. Como una hiena cualquiera llegaría a devorar lo que queda, saborear el dolor de la belleza mientras con intenciones perversas deseo ser alguien para ella, no, prefiero que ni se fije en mí, así no. Sigo leyendo, entre líneas avanzo un poco más ahora sí, logrando cachar más cosas. No me concentro en el punto colorido a lo lejos, así avanzo durante unos minutos sin distracciones ni lapsus. Llego a un párrafo final y decido voltear hacia ella, lo hago y ya no está, se ha ido. Jamás la volveré a ver, la amo pero no sé quién es, sólo sé que su belleza me hizo sentir bien por un momento, imaginé siendo dichoso con ella, ella radiante de mi mano. Se ha ido con las lágrimas secas sobre sus mejillas, seguro lo seguirá, se reconciliarán y seguirán, repitiendo el acto una y otra vez. Yo decido irme también, eso de imaginar es cansado.




J.L. Mejía

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