domingo, 27 de noviembre de 2011

Para qué escribir


Lo decía José, es una pregunta que tiene en vilo a muchos escritores y lectores. Él decía, yo escribo para desasosegar; es decir la creación de una inquietud. Puedes estar a favor de esa inquietud, en contra, más o menos amarla, tatuártela, aberrarla con actitud distante o lo que sea. Sin embargo, el ignorarla es complicado, una idea te puede permear y ésta choca con lo que tienes en la mente.
Con lo polarizado, con lo desconocido, con lo vivido y etcétera. Fernando Vallejo enuncia que escribe porque no tiene ningún otro quehacer y para causar incordio a los tartufos, es decir a los hipócritas. Si juntamos el desasosiego con el estorbo a los farsantes se tiene la combinación que más me gusta. En mi caso, no me interesa escribir para agradar, mucho menos para que las personas me pongan en un altar, me odien, me amen, me critiquen, digan que soy un fantoche o cuales otros adjetivos deseen;  me tiene sin cuidado. Escribo porque es la forma de expresión más útil que encontré, hay gentes virtuosas de la música y son capaces de causar llantos con una interpretación, de mover eso que llaman corazón, de causar una purga interior a los interlocutores. Otros tantos son grandes con las manos y la pintura, suscitan emociones colosales en un trozo de óleo, pared o lo que sea. Escribo por varias razones: Crear inquietudes sin pensar en la calidad formal del escrito. Crear agitación en la persona que lee para que ésta pueda quitarse por sí misma las vendas, caretas, prejuicios, predicamentos, juicios y carátulas morales establecidas por quién sabe. Defender la tipografía escrita; nuestra lengua madre es muy rica y muy extensa, es hablada en muchos países con diferentes tonalidades, con infinidad de vocabulario, con una riqueza inconmensurable. Fastidiar a los tartufos, es uno de mis objetivos principales de escritura. Atentar contra los que postrados en el busto del poder y las candilejas que conllevan todo esto, abusan del ignorante, del pobre, del necesitado. Pero tampoco me interesa ser héroe, no soy ningún adalid con mi espada gritando -¡Libertad!-. Soy una persona como cualquier otra, que le interesa crear conciencia a costa del cambio doloroso que trae la permuta. Para ser así, se debe ser congruente, lo cual es una de las cosas más difíciles en la vida. Ser congruente con lo que se piensa y se hace, y si lo que te interesa es ser una persona que ayuda sin buscar beneficios mugrosos, a muchos les vas a causar más de una molestia pues atentas contra muchas cosas. El cambio lo realiza uno solo; yo también he criticado sin saber, yo también he tenido actitudes deleznables con otros, yo también he aplastado una cucaracha sin pensar por qué, yo también he recitado ideas de otros sin pensar y así una lista tan larga, la cual me causa reflexión y logra que pueda mejorar, no para el otro, sino para mí, para ser un ser tranquilo interiormente respetando al otro, sabiendo que hay muchos más viviendo aquí. A mí que no me vengan con frases fritangueras de –Por eso estamos como estamos- o –El que no tranza no avanza-. Son frases de un modus vivendi  cultural tan mediocre como mezquino, el que piensa así y lo lleva a la práctica es un fantasma más actuando con sus hilos colgantes moviéndose por el mundo como un ser más. Escribo por eso y más, igual estoy mal o no, igual causo algo o no, no lo sé y me importa poco, si yo puedo aportar algo para ser una persona lúcida y sensata con eso tengo. Hay cosas del mundo que están mal, en general muchas, pero es darle la vuelta a tanto y tanto. Nunca falta el ser tan regular que busca reprender con juicios tan necios y torpes, pues un día que presenté este blog con su nombre –La comicidad del todo-, éste me demandó -¿Te parece cómica el hambre en Somalia?-. Fue una consulta tan rústica como las frases citadas anteriormente, es precisamente a ese tipo de cosas a las que me refiero cuando digo que se pueden quitar muchas vendas y tonterías que nos hacen sentirnos mejores que el otro por intentar con fantochería siempre joder. No, no me parece cómica el hambre en Somalia, tampoco puedo cambiarla desde mi posición geográfica, no me parece cómica el hambre de los indígenas de la Meseta Purépecha en Michoacán, tampoco los muertos en San Fernando por Los Zetas, ni mucho menos los miles que mueren en el intento de cruzar a Estados Unidos. No requiero ir a Somalia para cambiar las cosas; aquí empezando por mí, mi familia, mi comunidad, mi país y así poco a poco. Yo haré y hago lo posible por ayudar a los que menos tienen y pueden, no sé si con la escritura o no, pero lo haré y lo hago; así es mi naturaleza. Si puedo escribir una fábula con un mensaje para niños, la cual logre que en el momento en que sean adultos recuerden esa fábula como un mensaje de vida, y no los mensajes violentos, posados y bañados en sugestiones e insinuaciones de la caja idiota o adultos maleados y/o frustrados. Con eso tengo, con eso moriré en paz.


J.L. Mejía.

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