sábado, 17 de septiembre de 2011

El joven escritor

Escribir por pulsión, escribir para desasosegar según él. Escribir para sí mismo, escribir para fluir lo interno, para sacar el relleno estancado. Escribir para que no se lo coman los buitres, escribir para minimizar el cerrojo del esófago, escribir para tener la diarrea mental.

Era un joven escritor, sólo como el joven escritor puede ser; joven. Perdió el interés en casi todo, ya no era cadáver viviente, ahora era un vivo viviente, de esos vivos vivientes que viven intentando revivir algunos cadáveres vivientes, revivir su mundo muerto.

Tenía pensamientos que lo movían; ver las nubes y pensarlas como formas, no como nubes; veía elefantes, veía águilas, veía jirafas. Ver el discurso y pensarlo en desglose; no como un entero, veía su forma, veía sus contradicciones, veía su retórica, veía su fondo. Ver el grito, ver el cielo, ver el dolor, ver el diente sacar aire, ver el aliento, ver el amor, ver llanto, ver la porquería, ver al invisible, ver todo; digerirlo, sentirlo y escribirlo.

Así era este joven escritor, paseaba entre muertos, le hablaban y le atormentaban el pensamiento, le decían, le tocaban, le susurraban que regresara a ser un cadáver andante a la espera de su paso bajo tierra. Le invitaban, le decían que las raíces lo esperaban, que los gusanos lo comerían, le hacían sentir el peso de la tierra húmeda y del claustro. Le motivaban a ser cadáver, a sentir la podredura, le mostraban orgullosos sus heridas, le decían, ven, ven. Le repetían, este es el camino.

Escribía, observaba pasar a los muertos rumbo al pozo, mientras escribía lo que veía. Se sentaba al borde y esperaba, sólo como el joven escritor puede ser. No había ningún Virgilio en esto, se decía a sí mismo. No, no estás en el infierno se recordaba, estás en el mundo, en el mundo de los cadáveres vivientes. El joven escritor era así, solo con sus interpretaciones, con sus ideas cuestionadas por sí mismo y con su lucidez.

Se levantaba, caminaba solo por sus letras, se rodeaba entre cadáveres, se hacía pasar por uno, luego, volvía en sí, pensaba en las memorias que lo perseguían, en lo que seguía. Escribía sobre algo, sobre otra cosa y repetidamente. No buscaba respuestas, sólo escribía. Con batería en la muñeca, describía lo que observaba, no quería ser un guía, tampoco un dador de respuestas erróneas. Sólo escribía por alguna u otra razón del primer párrafo de este escrito.

Jorge Mejía

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