miércoles, 14 de septiembre de 2011

Un día en la vida del empleo de dios

Dios era, lo que algunos tanto amaban según sus circunstancias o bien, lo que algunos tanto odiaban según sus circunstancias; también la indiferencia de otros. Dios se levantaba temprano, dormía en una habitación normal, nada de excentricidades. No había tronos, pájaros cantando, tampoco una iluminación clara, perpetua y tenue. Dormía en una cama individual y no necesitaba despertador pues es –dios-.
Se despertaba y acudía al sanitario, allí se observaba al espejo. Algunos dirían –Se vería el reflejo de un viejo con barba blanca-, otros –Se vería una luz, sólo una luz-, otros pensarían que tendría forma de algo sin descripción. Una vez viéndose al espejo, éste pensaría –Por qué acepté este empleo-, haría una forma de resbaladilla con la boca y se olería el aliento, se quitaría la ropa y se metería a bañar. Pues, aunque dios sea dios necesitaba estar limpio. En la ducha no tendría que luchar con el sentir de las gotas calientes o frías, sólo programaba como dios la temperatura ideal. Se limpiaba, se secaba, se veía el sarro de los dientes y pensaba cuándo quitarlo, se vestía y comenzaba la jornada laboral. Llegaba a su sitio de trabajo, dos pasos más allá de la cama, una vez allí, sacaba la lista de pendientes y otras tantas. Lista de ruegos, lista de plegarias, lista de ovejas descarriadas, lista de fallecidos en la jornada, lista de recién enviados al mundo, lista de fenómenos naturales, lista de religiones, entre otras. Una vez que sacaba todas sus listas, liberaba de un estante la maqueta del planeta, observaba la temperatura y notaba cierto incremento en las escalas, con un gesto no tan agradable recibía la partitura anterior. Se veía la mitad del planeta oscuro y la mitad con luz, primero comenzaba en los continentes donde se recibían las primeras fechas, a éstos los veía, observaba con atención sociedades y sacaba sus listas de millones de datos. Leía las mismas y pensaba en cuántos viejos de esa parte se irían en ese día, cuántos nuevos enviar y cuántos intermedios quitar del camino. Al final de la jornada, éste debía enviar una lista a la muerte para que la misma hiciera su trabajo, así repetidamente. Notaba que había un desequilibrio en grados de calentamiento, en avances tecnológicos, en ateísmo, en revueltas sociales, en asesinatos cometidos deliberadamente por humanos, suicidios, mala distribución de los recursos, hambruna, en falsos profetas, en ataques a la naturaleza, en extinción de especies, en cambios culturales, en creación de armas, en doble moral y en el poder. No, no era fácil ser dios. Algunos se quejarían de su trabajo burócrata, otros tantos se quejarán de su empleo donde su responsabilidad era manejar millones de dólares de accionistas, otros se quejarán de su empleo donde son responsables de vidas. Pero dios, manejaba todo eso y más. Entonces, pensaba en cómo equilibrar, era la labor diaria, el trabajo más mecánico por así llamarlo. En grados de calentamiento, planeaba dónde colocar terremotos, calores extremos, maremotos, deshielos y cosas de esa índole con el fin de que esos hombrecillos pequeños cambiaran ciertas cosas. Luego, en ciertos avances de la tecnología, notaba impresionado el progreso con la inteligencia brindada, sin embargo observó que la tecnología era utilizada de manera irracional, era ligada a ciertos grupos de poder, adquisición de recurso sin un alto, pruebas en animales. El hombre, también jugaba a ser dios de vez en cuando, creando la vida y quitándola. Notó que, había demasiados ateos, agnósticos, indiferentes y devotos de dioses que no eran él. Sabía que, en cierto modo esto iba ligado a la tecnología, al avance en el pensamiento y también a los abusos cometidos por los grupos que decían representarlo. Pues, estos individuos jugaron a lo largo del tiempo con la interpretación alevosa de los preceptos dados desde el inicio. Las revueltas sociales, le llamaban la atención también, sin embargo no eran más que el punto y coma de las cosas anteriores y posteriores, eran un apéndice del problema. Los asesinatos y suicidios, el hombre jugando a ser dios y a concluir como la muerte con su guadaña. Algunos dirían –Qué destino le espera a los que han asesinado o se han suicidado-, no lo sé. Dios, los esperaba al final de la jornada para juzgarlos. La mala distribución de recursos y la hambruna eran un problema que le causaba mucha angustia sobre todo cuando posaba su mirada en el continente negro, donde muchos morían por esta causa. Los falsos profetas, salían por todos lados. En Asia, había sujetos que se hacían pasar por seres iluminados y elegidos por el dedo de dios pasa obtener ventaja, éstos llamaban mucho la atención en Europa y América. En América, aparecían muchos falsos curanderos, chamanes, brujos y cuanto nombre se les ocurre con la finalidad de obtener metal sucio. La extinción de especies y extinción de la naturaleza, era otro tema difícil. Cierto es que, no enviaría a otro Noé ni otro diluvio para la salvación de especies. Había especies que ya no volverían por caprichos del hombre, la contraparte es que había demasiados por los asentamientos urbanos y los ecosistemas alterados por los mismos. La naturaleza no se comportaba de la misma forma, como bien lo observó desde el inicio, por lo que pensaba en qué hacer para llamar la atención. Había dos cambios culturales muy grandes, el primero era el racismo y el segundo la inmigración. En el primero, era odiado el diferente, el negro en blanco, el blanco en negro, el amarillo en café, el café en negro, el blanco en amarillo y así en todos. El segundo, llegada de habitantes de otras fronteras que desembocaba muchas veces en lo primero. Luego, las armas. Pensaba con una sonrisa de recuerdo en esa primera arma dada al hombre para cazar, comer y por ende vivir. Ahora pensaba, en las bombas de expansión, ésas que queman el cuerpo en segundos, en las armas de fuego que desgarran las viseras y escupen la sangre. Finalmente lo más duro, la doble moral y el poder. La doble moral, esa en la que muchos vivían y eran cómplices de mentiras, la segunda el poder. Era el problema que escupía  todo lo anterior. Aquellos que ejercían el poder, desequilibraban el mundo del que él era encargado. Se posaba en su silla, miraba al techo y decía a sí mismo –Qué difícil-. Llenaba una última lista la cual decía –Lista de conclusiones-. No hacía un informe estadístico, tampoco un análisis de tendencia o crecimiento, no concluía con gráficos, no obtenía desviaciones ni errores, no obtenía comparativos de siglos anteriores ni esas cosas. Sólo sacaba conclusiones y esas mismas eran la lista de pendientes. Al final, el único objetivo que tenía en su día a día era crear conciencia. No había comido aún, se le había olvidado o tal vez por ser dios. Sólo se levantó, pensó de nuevo en el momento en el que aceptó el empleo, no era remunerado pero lo aceptó. Todavía quedaba por hacer la lista de muertes del día, posición de algunos fenómenos naturales, karmas y destinos. Al final, después de hacer eso. Recibiría a los que juzgaría, detrás de la mesa situada, conversaba con ellos. Les demandaba –Qué hiciste de bueno en tu vida-. Algunos respondían lo mejor, como las mentiras que se dicen frente a gente importante, entrevistas y cosas de esas. Sólo por el miedo, buscaban el perdón de sus actos. Desfilaban abogados, sacerdotes, pedófilos, asesinos, violadores, amas de casa, cantantes, vagabundos, empresarios y todos. No había diferencia. Algunos eran enviados con él, al cielo como dictan las historias terrestres, otros tantos serían enviados a algún otro sitio. Posiblemente donde hace mucho calor. Al final del día, cerraba la libreta. Iba a la cocina, preparaba algo de comer. Veía el cielo en el que estaba por la ventana y acudía al sanitario. Limpiaba sus dientes, hacía sus necesidades de dios y finalmente se acostaba. Una vez en la cama se preguntaba –Por qué los humanos en su ortografía escribirán dios con mayúscula-.

Jorge Mejía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario