domingo, 4 de septiembre de 2011

Gracias a los perros viejos

Ya lo decía Hank –Y recuerda a los perros viejos que pelearon tan bien: Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun-.

Gracias a los perros viejos. Gracias a ti Saramago por tus ensayos, por comprender la ceguera, por dejarme esa frase de –Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran-, gracias por poner en mi camino al perro de las lágrimas, por explicar la necedad del hombre por el elefante. Gracias a ti Fadanelli por no estudiar Ingeniería Civil, por explicarme mejor al hombre humilde, por citar esas magníficas palabras de -Detrás de una gran mujer hay un hombrecillo de mierda-, por contrarrestar el mérito de un militar, por escribir –Educando a los topos-. Gracias a ti Bukowski, por crear a -Chinaski-, por odiar a la puta que se llevó tus poemas, por creer en la desesperanza, el olvido y el alcohol, por decir que Shakespeare está sobrevalorado. Gracias a ti Paz, por desenmascarar al mexicano, por desmenuzarlo, entender a la –Chingada-. Gracias a ti Salinger, por crear a Caulfield, por eso de –Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de ésas-. Gracias a ti Toole por explicar la conjura de los necios, por eso de -Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconocerás por este signo: todos los necios se conjuran contra él-, por crear a -Minkoff-, gracias a tu madre que buscó publicar tu obra después de que te suicidaras. Gracias a ti Hesse por –Demian-, de las primeras que me tocaron, por explicar la evolución espiritual del personaje, gracias por eso de -Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros-. Gracias a ti Fuentes por el Coronel de Aura, por las familias felices. Gracias a ti Robles Boza, por darme el primer cuento de mi vida –Rollito-, gracias por ser ese cuentacuentos que me hacía sonreír y soñar. Gracias a ti Fante por escribir en tu ático de Long Beach, por crear a –Bandini-. Gracias a ti Benedetti, por no creer mucho en un dios pues sabes que no le molestará el no creer, por ese poema del guerrero humilde. Gracias a ti Nervo por mi poema favorito –En paz-, por escribir eso de –Vida nada me debes, vida estamos en paz-. Gracias a ti Sabines, por escribir los –Amorosos-, por decir eso de –Los amorosos andan como locos, porque están solos, solos, solos-. Gracias a todos esos perros viejos, gracias de verdad.

Jorge Mejía

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