martes, 13 de septiembre de 2011

La sociedad del pánico

Era una masa armonizada por el grito, oferta,  demanda y ésta se movía acorde a las notas musicales del pánico.

Dentro de este magma, existían reglas, existían lo que algunos llaman derechos, obligaciones y todas las cosas escritas sobre una piedra para seguir al pie, lo más preciso posible. No existía uno, existía todo. No había individuos, sólo era un compuesto.

La argamasa también era divisible, cuando esto sucedía. Una parte de ésta entraba en pánico, la otra u otras dependiendo del efecto equidistante, estaban tranquilas o también en pánico. La suma de la que hablamos, se movía en conjunto. Si estallaba una guerra dentro de la misma, el pánico estallaba. Ahora la masa acudía a comprar mucha información, la industria del pánico se disparaba y entre más informada entre comillas la masa estuviera, más pánico y más segura se sentía. Esta mezcla comía el pánico y la reacción inmediata era algún consumo, algún grito, alguna paranoia generalizada. El chiste aquí es que, esta aglomeración siempre estaba en movimiento.

Si este hormiguero se enfermaba, estallaba el pánico. Lo primero era la información de pequeña masa en pequeña masa, luego la información generalizada; siempre todo reinado en la incertidumbre y el miedo. Se disparaba de nuevo algo, la compra de algún producto, algún suplemento, de algo. El chiste aquí es que, siempre que exista pánico, se activa el consumo.

La pasta, se movía en armonía con alguna situación como una guerra, una enfermedad, una moda, una situación política, un miedo, una profecía, un distractor, un ocio, un producto, un discurso o incluso un individuo. Se disparaban ciertas industrias, nunca existían perdedores generalizados. Un día la industria de armas vendía lo que ni juntas en la primera guerra mundial, segunda y otras. Al siguiente día la industria de las telecomunicaciones. Al siguiente la industria farmacéutica. Al siguiente la industria de seguridad. Al siguiente la industria de bienes de consumo. Al siguiente las bolsas de valores. Todo armonizado por la aglutinación.

Este conjunto siempre iba y venía. Entre más pánico y más información, se excitaba, era volátil. Saltaba y rebotaba, una pelota con cambio de forma.

La masa tenía unos pequeños hilos, arriba de la misma. Los titiriteros moviéndola, cambiándola de posición conforme a la música. Siempre bailaba, nunca paraba. 

Jorge Mejía

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